Imperdibles...

Discúlpeme pero no, no me hace falta un aplauso para sentirme bien. Sólo aquel que es inseguro le gusta disfrazar con un montón de halagos su debilidad.

Martín Valverde

sábado, 30 de mayo de 2009

Bolivia. Primer destino: Santa Cruz de la Sierra

Como comenté algo en la anterior entrada, no podría comentar, difundir y exponer sobre testimonios de vida (como hiciese con Samuel o con Felipe) sin comentar la mía propia; escribir sobre mi experiencia en Bolivia. Corremos un peligro como bien advirtió un amigo mío: “quien va a Bolivia una vez podría estar hablando a cerca de ella durante horas. El que va dos o más veces lo mejor que hace es no abrir la boca”. Nos aventuraremos a ver qué ocurre…

Mi experiencia más intensa sucede en las comunidades campesinas de la Siberia boliviana. Geográficamente se encuentra casi en el centro de Bolivia, en la región de los Valles, los Valles Interandinos. Existe algunas inexactitudes entre lo que allí has vivido y los mapas que encuentras por ahí. Oficialmente, las comunidades pertenecen al departamento de Santa Cruz, cantón Torrecillas, etcétera… Realmente, uno agarra un mapa, medio vislumbra donde hemos estado y parece que pertenecen más a Cochabamba que a Santa Cruz… pero bueno, eso son otras historias.


La llegada a las comunidades viene precedida por un proceso de adaptación a la realidad, al ritmo, a la cultura… que en mi caso fue muy bucólica. Debo reconocer que estuve tres años “preparándome” para ir la primera vez a Bolivia de Campo-Misión. Ese periodo de trabajo tiene sus pros y sus contras, aunque realmente creo que tiene más ventajas que inconvenientes.

El caso es que cuando llegas, por lo menos a mí, nada más bajar del avión, las ganas, el ansia (cierto es que poco exteriorizado) y la emoción, consiguen elevar tu ilusión y tu forma de idealizar la situación a la enésima potencia. La primera serie de fotos que hice (en mi pasado como fotógrafo) de Bolivia la titulé “el país que huele a dulce”. Así es como me olía Santa Cruz cuando bajé del avión. Esa es tu primera sensación de ese maravilloso país, Santa Cruz de la Sierra. Una ciudad aparentemente caótica donde en los cruces los coches que tienen preferencia son los que pitan primero. Ciudad calurosa en la que un 20 de diciembre a 40 grados los negocios se decoran con nieve artificial de corcho. Una ciudad invadida por los taxis, radiotaxis, trufis, micros y demás medios de transporte públicos. Ya comentaba Ismael Serrano en uno de sus conciertos, que un día viajó a La Paz y en un muro ponía escrito: “en ésta ciudad hay más radiotaxis que sentimientos”. En realidad creo que Santa Cruz es una ciudad apasionada (para llevar la contraria). La gente vive con pasión su día a día, aunque debemos reconocer que a lo mejor hay gente un poco “güevona” por ahí, pero bueno, en todas las casas se cuecen habas (“será por culpa del calor” decía uno).

De Santa Cruz te queda lo que puede ser una visión, salvando diferencias, de un país de altísimos contrastes; paseas por las calles y lo mismo ves un chalé al estilo “pasión de gavilanes” que te encuentras una casa a punto de caerse. Es imposible hablar de Santa Cruz y no hacer referencia a la situación política. Santa Cruz lidera, o eso dicen ellos, el grupo de “la media luna”. Alianza política de los departamentos (aquí comunidades autónomas) que no están de acuerdo con el presidente Evo o se oponen a su política. No me gustaría entrar mucho más en el problema en lo que quiero que sea un recuerdo de lo vivido en el país. Tampoco sería justo, pero bueno, debe ser un comentario objetivo porque lo primero que ves en la Plaza Metropolitana 24 de septiembre es un enorme cartel en el que se lee: “Somos Autónomos. Fuerza Cruceña. Sigamos haciendo historia”. Supongo que el cartel irá cambiando según el tiempo en el que se encuentren, pero siempre hay referencia a la tan añorada autonomía. Pegatinas “Yo voté a la autonomía y… ganamos carajo!!”, carteles de Rubén Costas (prefecto, presidente Gobierno Departamental) y muchas banderas del Departamento.

La Plaza es el centro neurálgico de la ciudad. Como curiosidad llama la atención la presencia de perezosos en los árboles (¡qué bicho más feo y más aburrido!). Llama la atención los puestos de limpia botas que están instalados en uno de los laterales de la plaza. Llama la atención los gritos en las esquinas ya que se multiplica el volumen cuando pasamos cerca: “¡Cambio dólares! ¡Cambio euros!”

Santa Cruz es una ciudad construida en anillos. Si uno observa una foto aérea de la ciudad podrá apreciar perfectamente ésta división. Personalmente me costaba diferenciarlas in situ. El hermanito Antonio me decía: “pero mirá vos… tienes el anillo justo delante de ti”. Mi contestación siempre era la misma: “lo siento hermano, no lo veo”. Adivinabas en qué anillo te encontrabas echando un vistazo el nivel económico de la gente que vivía allí. Anillos más céntricos, anillos con más plata. Anillos más exteriores, anillos con menos plata.

Según vas alejándote del centro, el paisaje urbanístico va cambiando con radicalidad. El caos reina mucho más en los anillos periféricos que en los centrales. El desorden, rozando la locura, te lo encuentras en el mercado de La Ramada. Millones de comercios, puestos en la calle, comida hecha en los “cachivaches” con ruedas; esa misma comida que te dicen en sanidad exterior que no puedes comer y está riquísima. La verdad es que una mañana en el mercado es para los valientes. Eso sí, encontrarás de todo lo que busques.

La visión de los últimos anillos es totalmente distinta a lo que has visto antes. En los terrenos periféricos a Santa Cruz, en algunas zonas, aún no han llegado ni el agua, ni el asfalto y mucho menos el sistema de alcantarillado. Debido a esto puedes encontrarte con dos tipos de viviendas: las “platudas” que no necesitan que el ayuntamiento les coloque nada de eso o las que no son platudas, que si necesitan que el ayuntamiento les ponga agua, asfalto y alcantarillado. Éstas últimas vive exactamente igual que en el campo, pero a las puertas de la ciudad. Como una vida paralela a la ciudad.

Santa Cruz es la primera parada en mi viaje hasta las comunidades campesinas. Es la primera parada donde sientes la acogida de las personas bolivianas. Es la primera impresión de la vida en Bolivia. Los días en Santa Cruz pasan rápidos, pues no debemos pararnos mucho, hay que recordar que hemos llegado para estar en otro lugar. Nos dirigimos a “la Surumi” o Trans. Suizo o… cada año cambian de nombre. Nos dirigimos a tomar la flota (el bus) para Comarapa. ¡Eso sí que es un viaje! El bus a Comarapa…

martes, 26 de mayo de 2009

...más cerca del sol...

Son muchos (en realidad solo dos personas, pero queda bien eso de “son muchos)... Repetimos: Son muchos los que me han preguntado con asombro: “¿¿¿¿Porqué le has puesto de título a tu blog el nombre de una canción de La Caja de Pandora????” Entonces yo les contesto: “Efectivamente es un título de una canción, pero no de La Caja de Pandora, si no de un grupo que se llama Kairoi”. La siguiente pregunta, como no: “¿Kai..qué?”. Debido a esa razón me gustaría comentar lo que me ha motivado para ponerle “…más cerca del sol…” al título del blog.
La canción de Kairoi, más cerca del sol, expresa fielmente lo que hemos sentido muchos cuando hemos viajado y vivido durante varios meses en las Comunidades Campesinas de la Siberia Boliviana. Cierto es que me aventuro a hablar por todos, pero es inevitable encontrarle parecido entre nuestros testimonios de vida y la letra de la canción.

Intentaré próximamente ir relatando poco a poco mis experiencias en los distintos viajes a aquel maravilloso país. Tampoco es que sean grandiosos relatos, pero son relatos de vida; vida que si se quedase dentro, sin compartir, ninguno de esos viajes hubiese valido la pena.
Pachón


Por sobre de la ciudad, te elevas y ves los rostros, ojos.
Sonríes, sonríen, ya. Se ha roto cualquier distancia, muro.
Y al subir, renunciar, tan sólo un momento al asfalto
es posible encontrar personas que te abren su hogar
al querer compartir todo más cerca del sol.

Las manos rojitas son, saludo confiado y dulce, tierno.

Su rostro cansado está, con todo estalla y ríe, juega.
Preguntar, conversar, excusas son para el encuentro.
Traspasar el umbral, nos muestra calor, dignidad,
al querer construir mundos más cerca del sol.

Comparten el techo y pan, y sueños no imaginados, libres.

La plata tiene valor, pero primero el hermano, siempre.
Ofrecer lo que hay construye entre todos familia,
y al marchar seguirá su mano imitando a escuchar.

El Señor estará mucho más cerca del sol.




(Reconozco que la canción, musicalmente hablando, no es un hits número 1, pero no os quedéis solamente en eso)

lunes, 25 de mayo de 2009

Una recomendiación... Europa Cerrada

Les recomiendo el Power Point. Pinchen en el enlace:
Europa Cerrada
Lo descargan, lo ven directamente... como ustedes deseen.

Vida...

Durante el pasado fin de semana, más exacto el sábado 23 de mayo, pasé la tarde en un encuentro formativo de cara a la marcha del grupo al que pertenezco (www.proyectobolivia.es). Entendemos que nuestra llamada hacia el continente americano, no impide nuestra especial sensibilización hacía otras realidades injustas y sangrantes; es más, nuestras experiencias vividas en Bolivia, nos hacen estar aún más cercanos al mundo, a las situaciones injustas, doloras… Esta, llamémosla “especial sensibilización”, nos obliga a estar en contacto con personas valientes, con personas visionarias, con pioneros; gente con ganas de cambiar el mundo, gente que ha luchado y a veces a vencido y otras ha perdido.


En concreto, el sábado estuvimos aprendiendo de las vivencias de dos personas. Una, metida de lleno en la lucha por los derechos de “éstos luchadores”. Una persona conocedora de la realidad del fenómeno migratorio tanto allá como acá.

La otra persona no solamente es conocedora de todo esto, sino que además ha sufrido una de las pocas experiencias que no le desearía ni a la peor persona del mundo. Como hice anteriormente con mi amigo Felipe, llamaré a esta persona Samuel.


Samuel, camerunés y superviviente de éste mundo, estuvo hablando con nosotros de lo maravilloso que es su país. Dando “cátedra” sobre las cosas más inverosímiles de lo que se produce en África. Ha tenido la oportunidad de viajar mucho por el continente donde vivió el ser humano primigenio. Nos contaba con pasión cómo es su país, cómo se vive, cómo se siente la vida. Por momentos, en su cara se reflejaba la alegría que conlleva transmitir a otras personas lo maravilloso de tu tierra, de tu origen. Como a cualquier persona, se le llenaba la boca hablando de su pueblo, de las ciudades en las que él vivió, de la gente con la que él convivió. A todos nos invadió el deseo de conocer, las ansias de experimentar esa vida que transmitía. Obviamente no todo era bueno. Samuel también nos comentaba las situaciones difíciles, la parte más negativa que produce la interacción humana, muchas veces maleada por agentes externos, pero sin querer quitar responsabilidades a los que las realizaban. Samuel con cierto nerviosismo y con un papel en la mano, papel en el que había escrito un pequeño guión, por eso de no perderse mucho y de recordar lo que quería transmitir en un idioma que aprendió no hace mucho, nos hizo un análisis sencillo y real de las posibilidades económicas de las que disponía el país. Es del conocimiento de todos… bueno, de todos los que quieren conocer, que el saqueamiento de África a lo largo de la historia aún continúa. Creo que más adelante entraremos en el tema con distintos documentos y testimonios vivos sobre todo esto, pero ahora me gustaría escribir a cerca de Samuel. Llamado a ser el “salvador” de su familia, puesto que el café que producía la familia hacía años, había dejado de tener el valor económico que… ¡Qué no! ¡qué no quiero entrar en los motivos! Samuel decidió buscar nuevas oportunidades no para él, si no para su familia. Familia formada por muchas personas, las cuales algunas sufren de enfermedades grabes. Samuel decidió, a sabiendas de todo lo que le esperaba, marchar en busca de un futuro mejor para ellos, no para él; pero ya estaba decidido a sacrificar su bienestar, su vida… a sacrificarse él mismo por las personas que más quiere en éste mundo. Emprendió el viaja más duro de su vida.

Samuel, una persona joven y fuerte tuvo que pasar las inclemencias del deambulo por un desierto, el hambre, el dolor de piernas (y corazón) que producen los días de vida nómada, de vida desarraigada. Intentó 3 veces llegar a nuestro país, dos de ellas en un maldito cayuco, de esos que nos aterra que lleguen a nuestras costas; esas barcazas que nos ponen de los nervios cuando aparecen en las noticias. Me hacía recordar una noticia que hace relativamente poco apareció en nuestros medios de comunicación: “ninguna patera en una semana”. Felicitándonos, no por nuestras políticas de inmigración… no porque no haya muerto nadie durante una semana… felicitándonos y enorgulleciéndonos de que durante una semana ningún cayuco ni ninguna patera había afeado nuestras costas mediterráneas. Pero como he dicho antes, esto lo dejaremos para otro momento.

Samuel nos contó como la tercera vez que intentó llegar a España, lo hizo nadando. No solamente nadando, si no arrastrando a una chica embarazada. En ese momento, el nerviosismo de Samuel se multiplicó por diez mil, el sudor lo invadió, su voz se entrecortaba, no le salían las palabras, tartamudeaba y empezó a temblar. Sus ojos se llenaron de horror y desesperación. Nos contó con pelos y señales la peor experiencia de su vida y posiblemente de la nuestra. Explicaba cómo se iba sintiendo a lo largo de su travesía. Cómo sentía que era probable que perdiera su vida; también sentía que perdería la vida que llevaba a rastras y las vidas de su familia que se quedaron en Camerún. Nuestro sistema de seguridad costero los interceptó antes de llegar a costas españolas. Desgraciadamente, toparon con un grupo de personas que afean y dan mala fama a la honorabilísima labor de nuestros cuerpos de seguridad. Samuel más que la chica, recibió una paliza de advertencia; para que se diera cuenta de que no era bienvenido en el país. Justo al llegar a mitad del trayecto, en aguas que ya no pertenecen a España, fueron arrojados al mar, sin ningún tipo de salvavidas u objeto que permitiese la flotabilidad. Samuel, con la chica sin conocimiento, rezó por un instante e intento nadar hacia costas africanas. Dice que ahí sintió como su vida se apagaría, se ahogaría. La desesperación provocó que Samuel empezase a gritar, sin fe alguna en que alguien apareciese, de que alguien les rescatase de la muerte segura.

Samuel, hombre con una fe tremenda, dice que Dios hizo que un barco de los cuerpos de seguridad de un país africano, les recogiese milagrosamente. El barco los volvió a llevar a tierras africanas, a Marruecos. Allí, después de pasar varios días dando tumbos por distintas cárceles marroquíes, los llevaron a la zona fronteriza con Argelia. Allí fueron deportados, a mitad del desierto. Samuel dice: “hay que ponerse las pilas. Si te quedas dónde te dejan, esperando a alguien o algo, mueres por el fuego cruzado entre grupos armados marroquíes y argelinos”. Recibió la ayuda de un grupo de voluntarios que se dedican a cobijar a los deportados del desierto. Que allí conoció a Manuel (la otra persona que estaba con nosotros el sábado por la tarde).

En ese momento, Samuel se sintió más aliviado. Su charla se tornó menos tensa, menos dolorosa. Intentaba explicarnos que lo vivido aquellos días no le impediría conseguir lo anhelado, conseguir una vida mejor para sus seres queridos. A la cuarta, no a la tercera, fue la vencida. Lleva cerca de un año y medio viviendo en España. ¿Dónde? Donde hay trabajo. Actualmente se encuentra en Sevilla. En un futuro próximo no sabe dónde estará. Ahora en España y seminormalizada la situación en la que se encuentra, ayuda a otras personas que han pasado por lo mismo que él. Da apoyo psicológico y anímico a muchas personas que dejaron su casa. Aparte de su trabajo, ayuda en una pequeña parroquia de un barrio, de los llamados de transformación social de Sevilla.


Personalmente, después de cerca de 4 horas compartiendo con estas personas, Samuel es un tipo educadísimo. De complexión muy fuerte, más que atlética. Sonriente al máximo, nos recibió con una sonrisa y todo lo que nos contó lo hizo con la misma alegría con la que nos acogió… exceptuando el relato de su odisea. Después de despedirnos encarecidamente de Samuel y Manuel, intercambiando impresiones y sentimientos con una de las personas de mi grupo, residente en Sevilla y amiga personal de Samuel y Manuel, me comentó que Samuel tiene una hija en Camerún que morirá dentro de poco tiempo por una enfermedad muy grave. No hay posibilidad de que Samuel pueda acudir a Camerún, pues después no podría regresar a España y la ayuda que presta a su familia con lo que gana aquí, no se puede perder.


En ningún momento Samuel pretendió conseguir nuestra lágrima fácil ni nuestra compasión. La dignidad que él transmitía era impresionante. Todo lo contrario de lo que estamos acostumbrados; respetando mucho la profesión tan difícil que es el contar lo que está pasando en el mundo, además, profesión a la que en cierta manera me siento cercano, puesto que uno de mis objetivos iniciales estaba encaminado a la fotografía… Pero respetando a todos los periodistas de vocación, no de profesión. Samuel nos compartió y abrió su corazón sin ningún ánimo de conseguir nuestra pena, nuestra misericordia; simplemente quiso compartir con nosotros su experiencia, su vida.

Justo antes de despedirnos, hablé con él personalmente. Decía: “es una pena el desconocimiento que tiene la gente a cerca de la inmigración, de los países de los que provenimos. Creo que si tuviésemos una oportunidad para darnos a conocer realmente y que nos escuchasen a nosotros, no a lo que se dice en la tele ni lo que se rumorea, tendrían otra opinión acerca de nuestra situación”. A eso le respondí una cosa que desgraciadamente tengo muy clara: “Samuel, no sirve de nada lo que nos has contado si nosotros mismos no tenemos intención de escuchar…”


Pachón

El Cementerio Marino, Siglo XXI

“El cementerio marino, siglo XXI”
A los inmigrantes, huérfanos de la Tierra.

Objeto. Medio. Negocio. Para.
Sólo manos. Herramienta. Sirviente.
Ni una especie, ni siquiera protegida.
Sin nombre, políticamente correcto
o incorrecto, porque no existes.

Eres nadie, el ausente.
Ente incontable en los registros del día
donde se cuanta la existencia,
más sí factor de estadísticas
para las economías, las del otro.
El que te niega el papel como a los perros,
los callejeros, que los que viajan en avión
ya llevan pasaporte.
El que te arroja a aguas sin derechos,
pues el océano no sabe de ciudadanías,
sólo de hombres rotos y de peces y de algas
y barcas de papel mordidas por las olas...

A veces la muerte es tan diminuta a los ojos ciegos
de los corazones fríos, que se hace amante del olvido,
hasta la más absurda y remediable para los saciados.

Pero si nos vienen con el sol cada día,
marea a marea,
miles de hombres sin rostro, y mujeres y niños muertos algunos,
y el resto sin nombre inundando las ciudades grises,
miles, hasta estallarnos en la cara,
tantos, hasta hacerse lo invisible innegable,
entonces…

La triste vergüenza, sólo.

Colgar a gritos etiquetas.
Conceder la existencia por un número.
Regalar un nombre biensonanate,
para poder llamar, y que venga,
a aquel que cose zapatos,
y se dobla en la fábrica, y arranca el carbón
y recoge el tomate, y el viento,
el sin nombre conocido, al menos hasta ahora,
y al que barre la calle llena de sobras.
Dar entrada en estadísticas de población activa,
dejando al tiempo, en el fondo más oscuro
otras manos, miles, sumergidas.
Y dar asistencia sanitaria,
que no mueran en las calles,
que es feo y no nos infecten.
Y que los niños raros puedan ir a la escuela,
para que mañana entiendan bien,
y sean obedientes, y se comporten,
cuando le des las instrucciones
para la limpieza de la casa
y te prepare a tu gusto la ropa,
y me acueste al niño cenado y bañado
y quite el pañal al abuelo...

Falsos bautizos. Sólo nombres,
huecos, que no reconocen al hombre,
tan sólo y ni siquiera eso.

En este cementerio marino, la triste vergüenza.
Sólo es posible parir inútiles palabras,
absurdas y tan necesarias para poder dormir,
escondiendo bajo la cama, mullida,
y en lindos sueños de angelitos negros,
las vidas ajenas que no duelen,
negadas, reconocidas sólo para ser fruto ajeno.
Palabras para no oír que el amor está ausente,
acallado, e intentar seguir viviendo,
repitiendo caminos como peces muertos.

Millones de pactos tácitos hicieron el mar de la mentira,
donde sólo es posible respirar en islas de olvido
y sobre la sangre de ellos.



Nayra Pérez Hernández, 3 de junio de 2005

martes, 12 de mayo de 2009

Canción en Harapos

“Canción en Harapos”
de Silvio Rodríguez. Todo un guantazo bien dado...





Qué fácil es agitar un pañuelo a la tropa solar del manifiesto marxista y la historia del hambre. Qué fácil es suspirar ante el gesto del hombre que cumple un deber y regalarle ropitas a la pobrecita hija del chófer.
Qué fácil de enmascarar sale la oportunidad.
Qué fácil es engañar al que no sabe leer, cuántos colores, cuántas facetas tiene el pequeño burgués.
Qué fácil es trascender con fama de original, pero se sabe que entre los ciegos el tuerto suele mandar.
Qué fácil de apuntalar sale la vieja moral que se disfraza de barricada
de los que nunca tuvieron nada.
Qué bien prepara su máscara el pequeño burgués.

Viva el harapo señor y la mesa sin mantel. Viva el que huela a callejuela a palabrota y taller.

Desde una mesa repleta cualquiera decide aplaudir la caravana en harapos de todos los pobres. Desde un mantel importado y un vino añejado se lucha muy bien. Desde una mesa gigante y un auto elegante se sufre también. En un amable festín se suele ver combatir.
Si fácil es abusar más fácil es condenar y hacer papeles para la historia para que te haga un lugar. Qué fácil es protestar por la bomba que cayó a mil kilómetros del ropero y del refrigerador. Qué fácil es escribir algo que invite a la acción contra tiranos, contra asesinos contra la cruz o el poder divino siempre al alcance de la vidriera y el comedor.


Viva el harapo señor y la mesa sin mantel. Viva el que huela a callejuela a palabrota y taller.

Reflexiones... (sobre Canción en Harapos)

Canción en Harapos
Reflexiones...


José Mª Castillo y de J.M. Guillén Puente… Gran amigo y mi buen “cumpa”.



Nos llenamos de orgullo al ver a los hombres armados luchar contra el terrorismo. Nos enseñan quienes son los malos y cómo acabar con ellos; nos dicen que otra vía de acción no es posible y nosotros les creemos. Su palabra tiene más valor que la de las víctimas, que la del pueblo que se ve invadido y privado de su legítima autodeterminación a causa de tener petróleo debajo de sus pies. Porque hay muertos y muertos, y no todos dan la misma pena.

Damos de lo que nos sobra y nos sentimos buenos por ello. Decimos hacer ciertas acciones humanitarias alguna vez que otra y nos sentimos buenos por ello. Pero no cambiamos nada de nosotros mismos, solo damos limosnas, con algo material o con algo de tiempo, y aún así, seguimos sintiéndonos buenos por ello. Por supuesto, siempre tenemos una buena razón para explicar el por qué no podemos darnos más, ¡qué fácil de enmascarar sale la oportunidad!

Vivimos en un mundo globalizado, donde el comercio es una piedra angular de los gobiernos. Una globalización que sólo afecta a un tercio del mundo, mientras el resto se ve afectado por los aranceles comerciales de los países que controlan la globalización. Esta desigualdad sostiene la Sociedad de Bienestar, pero también sostiene la sociedad del Hambre, de la Enfermedad y del Analfabetismo. El pequeño Burgués, nosotros mismos, nos justificamos diciendo que todo esto está fuera de nuestro alcance, para dejar las cosas como están. El comercio justo no es tan sólo comprar en tiendas de Intermón, es vivir más sencillamente, para que otros sencillamente puedan vivir.


- Y él alzando los ojos hacía los discípulos decía: "Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de este modo trataban sus padres a los profetas"
-

Del Evangelio de San Lucas, 6, 20-23.

Diariamente vemos noticias que nos hablan de gente que sufre, que pasa hambre y nos da mucha lástima ver tanta miseria en el mundo. Quizás hacemos una llamada para donar dinero a una ONG, sin tener que arriesgarnos mucho más desde nuestro cómodo sillón. Sin embargo, no somos tan solidarios cuando ese tercer mundo, el mismo que vemos en las televisiones, y nos da tanta pena, se mete en nuestra propia casa, nuestro propio país. En este punto se acabó la solidaridad y nos molestan. Los llamamos de manera despectiva según su color o su origen y los consideramos inferiores, solo dignos de vender pañuelos en los semáforos o de trabajos que nadie quiere. La inmigración pasa a ser una cifra en los porcentajes. Nos preocupa más comparar nuestra tasa con la de los demás países europeos y poner barreras para que no pasen, que luchar contra la injusticia, desigualdades, guerras y el hambre que son el primer motivo de inmigración.

Nuestra solidaridad está manejada por la publicidad. Nos ponen de moda las catástrofes y desastres naturales. En ese caso, nuestra ayuda se hace inmediata. Nos solidarizamos con los vertidos en las playas, y con los incendios en los bosques. Sin embargo, existen otras tragedias muy urgentes que acontecen cada día y las sufren miles de personas; el hambre, la injusticia y la miseria en más de medio mundo. Ante esta situación a nadie le urge mandar un barco de ayuda, ni a nadie le apremia montarse en un autobús, ni en un avión para viajar 12 horas para prestar su apoyo a aquellos que no tienen nada. Pero si nos llenamos de orgullo por viajar y ayudar en otras circunstancias que nos vendieron como la más importante del mundo.


"Se trata de la vida de cada persona entregada a la honradez, a la bondad, a la generosidad y a la solidaridad, en lo cotidiano y hasta en lo rutinario de la vida. Eso es lo que Dios quiere. Y a partir de eso es cómo podemos entender a Dios"
José María Castillo.


Creo que no tiene desperdicio alguno. Dentro de unos días intentaré meter una entrada “de cosecha propia”.