Imperdibles...

Discúlpeme pero no, no me hace falta un aplauso para sentirme bien. Sólo aquel que es inseguro le gusta disfrazar con un montón de halagos su debilidad.

Martín Valverde

martes, 12 de mayo de 2009

Reflexiones... (sobre Canción en Harapos)

Canción en Harapos
Reflexiones...


José Mª Castillo y de J.M. Guillén Puente… Gran amigo y mi buen “cumpa”.



Nos llenamos de orgullo al ver a los hombres armados luchar contra el terrorismo. Nos enseñan quienes son los malos y cómo acabar con ellos; nos dicen que otra vía de acción no es posible y nosotros les creemos. Su palabra tiene más valor que la de las víctimas, que la del pueblo que se ve invadido y privado de su legítima autodeterminación a causa de tener petróleo debajo de sus pies. Porque hay muertos y muertos, y no todos dan la misma pena.

Damos de lo que nos sobra y nos sentimos buenos por ello. Decimos hacer ciertas acciones humanitarias alguna vez que otra y nos sentimos buenos por ello. Pero no cambiamos nada de nosotros mismos, solo damos limosnas, con algo material o con algo de tiempo, y aún así, seguimos sintiéndonos buenos por ello. Por supuesto, siempre tenemos una buena razón para explicar el por qué no podemos darnos más, ¡qué fácil de enmascarar sale la oportunidad!

Vivimos en un mundo globalizado, donde el comercio es una piedra angular de los gobiernos. Una globalización que sólo afecta a un tercio del mundo, mientras el resto se ve afectado por los aranceles comerciales de los países que controlan la globalización. Esta desigualdad sostiene la Sociedad de Bienestar, pero también sostiene la sociedad del Hambre, de la Enfermedad y del Analfabetismo. El pequeño Burgués, nosotros mismos, nos justificamos diciendo que todo esto está fuera de nuestro alcance, para dejar las cosas como están. El comercio justo no es tan sólo comprar en tiendas de Intermón, es vivir más sencillamente, para que otros sencillamente puedan vivir.


- Y él alzando los ojos hacía los discípulos decía: "Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de este modo trataban sus padres a los profetas"
-

Del Evangelio de San Lucas, 6, 20-23.

Diariamente vemos noticias que nos hablan de gente que sufre, que pasa hambre y nos da mucha lástima ver tanta miseria en el mundo. Quizás hacemos una llamada para donar dinero a una ONG, sin tener que arriesgarnos mucho más desde nuestro cómodo sillón. Sin embargo, no somos tan solidarios cuando ese tercer mundo, el mismo que vemos en las televisiones, y nos da tanta pena, se mete en nuestra propia casa, nuestro propio país. En este punto se acabó la solidaridad y nos molestan. Los llamamos de manera despectiva según su color o su origen y los consideramos inferiores, solo dignos de vender pañuelos en los semáforos o de trabajos que nadie quiere. La inmigración pasa a ser una cifra en los porcentajes. Nos preocupa más comparar nuestra tasa con la de los demás países europeos y poner barreras para que no pasen, que luchar contra la injusticia, desigualdades, guerras y el hambre que son el primer motivo de inmigración.

Nuestra solidaridad está manejada por la publicidad. Nos ponen de moda las catástrofes y desastres naturales. En ese caso, nuestra ayuda se hace inmediata. Nos solidarizamos con los vertidos en las playas, y con los incendios en los bosques. Sin embargo, existen otras tragedias muy urgentes que acontecen cada día y las sufren miles de personas; el hambre, la injusticia y la miseria en más de medio mundo. Ante esta situación a nadie le urge mandar un barco de ayuda, ni a nadie le apremia montarse en un autobús, ni en un avión para viajar 12 horas para prestar su apoyo a aquellos que no tienen nada. Pero si nos llenamos de orgullo por viajar y ayudar en otras circunstancias que nos vendieron como la más importante del mundo.


"Se trata de la vida de cada persona entregada a la honradez, a la bondad, a la generosidad y a la solidaridad, en lo cotidiano y hasta en lo rutinario de la vida. Eso es lo que Dios quiere. Y a partir de eso es cómo podemos entender a Dios"
José María Castillo.


Creo que no tiene desperdicio alguno. Dentro de unos días intentaré meter una entrada “de cosecha propia”.

No hay comentarios: