Imperdibles...

Discúlpeme pero no, no me hace falta un aplauso para sentirme bien. Sólo aquel que es inseguro le gusta disfrazar con un montón de halagos su debilidad.

Martín Valverde

viernes, 8 de mayo de 2009

Sobre la entrada de "Los Nadie"

Discutía el otro día con un buen amigo republicano, catalán de pura cepa aunque andaluz de corazón; una persona que su ansía por saber, conocer y opinar le traiciona a veces. Decía que discutía el otro día con él. Bueno, reconozco que se inició como una conversación normal que nuestra entusiasmo transformo en lo que aparentemente parecía una discusión. Para poner en situación tengo que comentar que he pasado mis últimos siete meses compartiendo vida con 40 personas sin hogar. Mi queridísimo amigo me preguntó que cómo estaba siendo mi experiencia con “los sin clase”. “¿Cómo dices Felipe*?” respondí rápidamente, un tanto sorprendido por el apelativo. “Si Pachón, los sin clase, los que no están enmarcados dentro de ninguna clase social”. En ese momento me invadió un sentimiento de tristeza; primero por el propio Felipe, amigo mío, buena persona, preocupado por los demás y vehemente en su trabajo. Creo que ese era el problema, su propio trabajo ha sido la causa de que tan fielmente defienda esa definición para las personas que, por una u otra razón, se encuentran fuera (eso dice él y algunos autores sabios) de toda clase social. Mi primera respuesta fue muy visceral y llena de rabia y dolor: “¿Y qué entendemos por clase social?”. Ipso-facto recordé, y copio literalmente, alguna de las definiciones que los entendidos en la materia facilitan ante tal pregunta: Grupo que forma parte de un sistema de clases, es un tipo de estratificación social en el que la posición social de un individuo se determina básicamente por criterios económicos. El sistema de clases es típico de las sociedades industriales modernas. En ese momento me di cuenta del porque de la pregunta; mi queridísimo amigo Felipe, como he dicho antes, era un apasionado de su trabajo y su vocación… la política. ¡Qué dolor más grande! Después de un vaivén de ataques y contraataques, amistosos y con una copa por delante, mi raciocinio dejó de funcionar y mis vivencias de los últimos meses salieron a la luz. Mi respuesta fue clara y concisa: “Querido amigo, son las personas con más clase que he conocido en mi vida”.

Tengo que dar gracias, nunca pararé, por la vida de todos los amigos que me han mostrado la dureza de la calle. Tengo que dar gracias por su vida y por querer compartirla con los demás, no con el fin de que nadie cometa el mismo error, que alguno también lo tendrá. Compartir con el fin de que alguien cercano también cargue un poquito con su peso, su dolor… su cruz. Gente normal, que en algún momento de la vida tuvieron instantes de debilidad humana y se quedaron solos. Amigos que no se avergüenzan de ser quienes son, si no que lo llevan por bandera. Hace siete meses creía que tenía controlado eso de los prejuicios y estereotipos; me veía a mí mismo como una persona con pocos estereotipos hacia los demás. ¡Una mierda! Mis amigos recién conocidos me hicieron descubrir que era todo mentira. Tenía igual o más prejuicios que los “agüelillos” que están en los parques sentados, esos que dicen: “yo no soy racista, peroooooo….”. Me vi a mí mismo reflejado en ellos. Me vi a mí mismo diciendo una ristra de peros enrome de cara a la gente de la calle.


Por eso, después de siete meses solo puedo dar las gracias por toda la vida compartida, por todas las risas, por todos los llantos (que los hubo), por todas las partidas de dominó, por todas las horas de ordenador con ellos, por todas las salidas y paseos, por todas las charlas, por las preguntas inverosímiles. Por todo, gracias.


Me gustaría decirle a Galeano que no tiene razón, pero desgraciadamente es así. Mi amigo Felipe lo corroboró. Dentro de la realidad, de cómo las personas que si nos enmarcamos en alguna clase social vemos a los que están fuera de las mismas, dentro de ello tengo que decantarme irremediable y desenfrenadamente por todas éstas personas que supuestamente son “los nadie”.


A Aurelio, Pepi, Fali, Andrés, Mateo, Francisco, Antonio, Pepe, Salvador, Berlanga, Pedro, D. Rafael, Luis, Pepón, Juan, Miguel, Jean Charles, Hoffman, Joaquín… y compañía, gracias.


Pachón


* Felipe: nombre ficticio…

2 comentarios:

Alijodos dijo...

Gran entrada amigo...efectivamente son personas que para nosotros merecen nuestra admiracion y de los cuales se aprende un monton, nos enseñan sobretodo que tenemos un hogar, una familia, unos amigos y proyecto de vida....Muchos de ellos con la ayuda del hogar pozos dulces empiezan a ver la luz en la oscuridad de la soledad y gracias a personas como tu aprenden que la vida merece la pena....Un abrazo...

Anónimo dijo...

Las clases sociales, en sociología , vienen de castas, de organización de grupos dependiendo su trabajo , su familia , y eso era básico para saber con quien podría relacionarse y hasta donde podía llegar ,hoy en Día ..es todo más económico ... y seguramente si nos preguntaran en que clase social nos encontramos ,seriamos incapaces de dar una respuesta .Yo personalmente no creo en las clases de ningún tipo , todo siempre dependerá de los ojos con que mires las cosas. Hoy estás arriba y mañana muy abajo , y viceversa ....en el caso de las personas sin techo, es solo circunstancial ,las cosas pueden mejorar ... y las circunstancias cambiar ... y a las clases sociales , que le den¡¡ jeje